domingo, 3 de junio de 2012

Elizabeth (78).

Y llovió, y siguieron lloviendo los siguientes abril, mayo y junio de aquel 78. Pero a la pequeña sonrisa de Elizabeth, tan merecedora de canciones de olvido como cualquier otra, le seguían trayendo más en cuenta los rayos de luz. Despertarse cada mañana y saber que sigues teniendo un sitio en tu propia vida, un signo de reconocimiento propio. Estar en tu lugar y apreciarte como lo que eres, y no como lo que los demás puedan creer.

Sí, todas aquellas cuestiones desamparadas y sin sentido habían ido a enrojecer a un lugar mejor, lejos de ella. Así que podría llover todo lo que el cielo mandase, que ya se las apañaría para sacar un paraguas de su bolsillo, o pintar una estela de colores junto al tintineo de las gotas. Si nada de aquello le fuera posible, la mejor opción sería rendirse y bailar bajo la lluvia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Yo te digo dime , y tú me dices...